Esta es la crónica de nuestro pimer viaje a Mauritania, allá por el 2006, entonces quedamos enamorados de ese magnifico pais, de sus gentes y, como no, de su arena.
EXPEDICIÓN ASSA-OUADANE
02/09/2006
Sincronizamos los relojes de cuatro de los seis “exploradores” para salir de nuestras casas a las 05:00 horas y desde Madrid juntarnos en la carretera de Andalucía.
Los primeros en reunirnos fuimos el Mercedes G de Quique y Sonia y el Sorento. Localizamos a Paco, “Escipion” y María Angeles, organizadores del viaje, y nos explican que al salir de casa se han dado cuenta que no les funciona la nevera (la única de la expedición que congela) y no cierra la puerta del conductor. Detrás de ellos llegan el Mercedes G de Damiá y su copiloto, Jaime, y se dan cuenta que tampoco funciona la luz de freno del Mercedes de Paco. Esto sería el comienzo del desastroso viaje de “Escipión”.
En la gasolinera donde paramos a desayunar, Paco cambia la luz de freno, y al agacharse ve un “hierro” suelto, que sobra, no sabe de dónde.
El quinto coche, un Toyota LJ70, conducido por Jordi y su improvisado acompañante Xavier (se conocieron a través de un anuncio buscando acompañante para el viaje, y Xavier desconocía todo lo relativo a este tipo de viajes), ya estaba esperándonos en Algeciras desde el día anterior, lo que vino de perlas, ya que se enteraron que había problemas para embarcar en ese puerto, y pudieron arreglar los billetes para hacerlo desde Tarifa.
Tratad de evitar pasar el charco desde allí. Debíamos embarcar a las 15:00 horas y nos tuvieron esperando hasta las 17:00 horas.
Cuando por fin conseguimos subir al barco, disfrutamos del trayecto en cubierta, salpicándonos el agua del mar y viendo a lo lejos las costas de los dos continentes.
Bajamos en Tánger, y allí tomamos contacto con la terrible realidad, total desorganización, mucha gente mandando no se muy bien qué, buscavidas merodeando el lugar y un montón de preguntas sobre el lugar donde vamos y el motivo del viaje.
Vamos saliendo con cuentagotas del puesto fronterizo, excepto El Sorento. Me hacen subir solo a la oficina de policía, preguntan no sé qué en francés, me acompañan a un despacho, luego a otro, para finalmente enterarme que como era la primera vez que entraba y debían darnos a Raquel y a mi un nº CIR en el pasaporte, no lo habían grabado bien en el barco (donde se pasa frontera) y tenían que hacerlo ellos allí. Resultado: que salimos los últimos, a las 19:15 horas.
En Tánger había estado esperando toda la tarde Carlos“Saharero” con su Terrano, acompañado de su hija Andrea, aprovechando la espera para buscar un taller donde al llegar, arreglaron la puerta de Paco.
Se hace de noche y “Saharero” trata de llevarnos a un camping de la ciudad. Empeñado en seguir fielmente su GPS y llegar al WP dimos cuatro vueltas por las mismas calles, aprovechando de esa manera para comprar pan (riquísimo pan marroquí), y disfrutar del ambiente con callejuelas llenas de gente y puestos de fruta por todos los lados, hasta que a alguien se le ocurrió leer los carteles que indicaban el lugar donde estaba el camping, un sitio bastante aceptable, con baño en las habitaciones y agua caliente, donde preparamos nuestras cenas y pasamos nuestra primera noche juntos, charlando de los acontecimientos venideros.
03/09/2006
Por la mañana, madrugón para recuperar el tiempo perdido. Vamos por la Autopista de la costa, con vistas al mar, montones de campos con los linderos marcados con chumberas, melonares, vacas y ovejas sueltas por todos lados, montones de burros, y los dos primeros dromedarios africanos. Llegamos a Essaouira, ya de noche, dándonos tiempo a cenar pescadito en el puerto y dar una pequeña vuelta por la ciudad. Nos alojamos en el Hotel “Tafouk”, con vistas al mar, algo caro para la higiene que tiene.
04/09/2006
Nos abren la cocina del hotel a las 06:00 h. para desayunar: huevos, mermelada, té, una especie de crepes al parecer característicos de la zona..., y con el estómago lleno salimos hacia Assa. En Agadir, en la ronda exterior, en la esquina con la carretera hacia Casablanca, casi enfrente a las gasolineras Shell y Afriquia, descubrimos un concesionario de la KIA. Se nota que saben lo que es bueno.
Cuando salíamos ya de la ciudad, Saharero comenta que cree que podrían arreglar la nevera de Paco allí, por lo que ellos, Quique y yo nos quedamos, y Jordi y Damiá se marchan hacia Guelmin y después nos cuentan que visitaron también Sidi Ifni.
Tras cuatro o cinco horas de espera, consiguen arreglar la nevera de Paco. Al parecer se había agujereado un manguito, por donde había escapado el gas. Mientras tanto, el resto, guiados por Andrea, paseamos por la playa hasta una galería de tiendas de artesanía, donde nos invitan a un té y por alguna extraña razón nos dan a probar una hierva que venden como viagra, y comemos de fábula en uno de los restaurantes a pie de playa.
El grupo se reúne en Guelmin y mientras Paco se marcha a saludar a un conocido suyo, el resto vamos a buscar un camping situado a las afueras, dirección Assa. Bastante complicado de localizar sin GPS, sobre todo de noche. Está en medio del desierto, el suelo es muy duro, con alguna piedra, y Damia y Jordi deciden buscar un hotel. El resto, tras una ducha (no había agua caliente pero el sol del día había calentado las tuberías como si la hubiera), cenamos y nos acostamos acompañados de tres perrillos domésticos, que se mantenían alejados mientras comíamos, esperando a ver qué caía, y estuvieron durmiendo a nuestro lado.
05/09/2006
Por fin primera ruta: Assa-Smara, por la pista, de 415 km., utilizada en el Paris-Dakar hasta el año 1991 cuando explotó un camión. Resultado:
Disfrutamos de una pista rápida, con inmensas llanuras. En el WP nº5, paramos en monte rocoso, donde supuestamente debíamos encontrar un grabado rupestre, en forma de elefante, que por más que subimos y bajamos piedras, no hubo manera de localizar. A cambio, recogimos unas vainas de proyectiles y trozos de cadena de ametralladora. Al salir, vimos acercarse varios coches, y Saharero para a hablar con ellos. Por la emisora, comenta que le han explicado que debemos tener cuidado de no salir de la pista, ya que a los lados está minado. Dice que ya ha arrancado y se acerca a nosotros. Es la última vez que tenemos comunicación con él.
Va avanzando el día y llegamos a los 50º de temperatura. Nos hacemos fotos al lado de unos hierros herrumbrosos que posiblemente hubieran pertenecido a un vehículo, en alguna ocasión. A algo más de media hora de la última comunicación con Carlos, y viendo que no llegaba, Paco da media vuelta. Imposible esperarle parados. Nos freímos, literalmente, así que salimos detrás de él y de esa forma seguir manteniendo también la comunicación. A pesar de llegar hasta el último lugar donde habíamos estado juntos y preguntar a unos pastores de dromedarios, no encontramos ni rastro de él.
Decidimos parar a comer para templar los nervios, que ya estaban caldeados, bajo el toldo reparador de Paco, y decidimos terminar la ruta. Es cuando empieza a fallar la válvula de Sorento, que ya nos acompañó el resto del viaje, funcionando perfectamente en carretera, arena, pista y piedras, pero fallando en toule y baches grandes y seguidos.
Apartados unos metros del camino, montamos el campamento, y dormimos, como dice Paco, en “hotel de mil estrellas”.
06/09/2006
Es impresionante los cambios de paisaje a lo largo del camino, los lagos secos, pistas rápidas para encontrarte de repente con arena, con piedras, y una trialera, aunque se hizo excesivamente largo, y aburrido en algunos tramos.
Vemos un rebaño enorme de dromedarios, conducidos por cuatro pastores. Uno de ellos se acerca al Sorento y pide en francés un poco de agua. Al no entenderlo, le damos un paquete de galletas. Se lo queda, aunque mirandolo con cara de Póker. Jaime y Damiá, que lo entienden, deshacen el entuerto dándole una botella de agua y algunos regalos.
Momentos después Quique y Sonia piden parar. Se dan cuenta que están a punto de perder el tubo de escape. Mientras lo encinchamos, Damiá y Jaime informan que se han quedado sin emisora de dos metros.
Continuamos y en el kilómetro 248 de la ruta, Paco para, ha segado el amortiguador trasero izquierdo, con una piedra plana de aspecto inocente e inofensivo, no lleva recambio, y es especial, hecho por Carlos de CSA.
No queda otra que llegar a un sitio medianamente civilizado, y tratar que le envíen otro desde España.
Llegamos a una trialera bastante empinada. Paco baja el primero y comenta que como ahora tiene que ir más lento, continúa la marcha, y ya le alcanzaremos.
Pasamos un inmenso lago seco, después pista dura, y Damiá pincha. Es aproximadamente el kilómetro 303 de la ruta. Llamamos a Paco por la emisora (habíamos estado hablando unos minutos antes), para avisarle, y ya no contesta, otro desaparecido.
A pesar de cambiar entre todos la rueda, a Damiá no le quedan fuerzas, a 50 º C de nuevo, de colocar el embellecedor de la rueda de repuesto colgada del portón y lo deja tirado.
Llegamos a las ruinas de lo que en su día fue un cuartel español. Bajamos a verlo y hacer fotos. Está en lo alto de una pequeña colina, y en las laderas se encuentran decenas de tumbas sin identificar, excepto tres, con sus inscripciones grabadas en piedra, en árabe.
Está muy cerca de un cuartel en uso del ejército marroquí. Lo pasamos, y el paisaje cambia, encontrando algo más de vegetación y arena.
Vamos, siempre que se puede, por lo que fue la carretera española a Smara.
Localizamos a Paco. A pesar del amortiguador, había sido bastante más rápido que nosotros, y llevaba bastante rato esperando nuestra llegada. Para colmo, había dado sin querer al botón de la emisora, y estaba en otro canal, desgañitándose en llamarnos, y no se dio cuenta hasta que llegamos.
Continua la ruta, parando ahora en unas tumbas preislámicas y unas ruinas de unas construcciones a su lado.
Las enormes máquinas de la extracción de fosfatos son el aviso del fin de la ruta. Llegamos a la carretera en uso a Smara, y con ella, llega la cobertura a los móviles. Paco llama a “Saharero”..... Pues sí, contesta. Está allí, esperándonos. Tras el encuentro y oportunos abrazos, nos contaría que, en todo momento, pensó que íbamos por delante, y en su afán por darnos alcance hizo toda la ruta en un día, sin parar a nada, no comieron, nada.
Al llegar a Smara estuvieron preguntando por nosotros y como nadie nos había visto, decidió alojarse en un camping hasta poder localizarnos. ¿Por dónde nos cruzamos?, ¿Cómo no pudimos comunicar con la emisora en ningún momento? (aunque él llevaba un walkie, que tiene mucho menos alcance, y fallaba más que una escopeta de feria). Todavía no sabemos qué hicimos.
Smara tiene dos controles casi pegados a la entrada. Al salir, dirección al Aaiún, otro control más. Por la población circulan coches de la policía marroquí con las ventanas enrejadas. Una enorme foto del rey te da la bienvenida, al igual que nos íbamos a encontrar en otras ciudades del sáhara occidental, y en un monte, en las ciudades que tenían monte, con enormes letras en árabe, la inscripción “Dios, pueblo, rey”.
Se nota que Marruecos está invirtiendo un montón en infraestructuras, pero a costa de lo descrito. Hay un destacamento de la ONU, y continuamente pasan toyotas de todo tipo y Gr. Dice Paco que en esta ciudad se lían manifestaciones muy a menudo, y con ellas tanganas.
Tomamos bebidas frías y en un taller solucionan lo del tubo de escape del Mercedes de Quique con una pasta de resina. De momento puede servir. Mientras, paseamos por una calle llena de tiendas, en busca de pan para la cena. Le regalamos unos caramelos a unos niños, y el abuelo de uno de ellos (debía tener 7 u 8 años) nos pide que nos lo llevemos para trabajar en España, y “que se haga un hombre”.
Paco parece solucionar lo del amortiguador. Habla con CSA y acuerdan que le mandan uno a Dakla en dos días.
Nos vamos a buscar un camping que se suponía estaba a 30 km. De Smara, dirección al Aaiún. Encontramos un chamizo vallado, cerrado a cal y canto, y acampamos al lado, a la luz de una enorme luna llena.
07/09/2006
Es el cumpleaños de Paco. Llama a CSA. Le dicen que no encuentran Dakla en su mapa. Que no existe, por lo que no pueden mandar el amortiguador. Jaime y Damiá se despiden. Se vuelven a casa. No tienen más días de vacaciones, y antes de cruzar el charco querían pasar por Marrakech. Jordi se queda con ellos, y quedamos con él en Dakla.
Tras un enorme cabreo de Paco, consigue hablar directamente con Carlos de CSA y éste le dice que le manda el envío y que de todas formas le servirían unos amortiguadores de Patrol GR, Range Rover ó HDJ80.
Una vez en el Aaiún nos dirigimos al “barrio de los talleres”, que son varias calles llenas de talleres de reparación y tiendas de repuestos, a la orilla de la costa. Vemos allí mismo un burro tirado en el suelo, agonizando, solo. Horas después, al abandonar la ciudad, el burro ya había muerto.
En un taller de un conocido de Carlos, solucionan algo mejor lo del tubo de escape de Quique (aunque seguiría sonando todo el viaje como una cacharrería), revisan la válvula del motor del Sorento que había estado dando problemas y dicen que no es nada, y desmontan un amortiguador de Paco para llevarlo a las tiendas de repuestos y buscar uno que valga. Nada. Sin resultado. Tienen que volver a colocar el roto.
Mientras tanto, las mujeres de la expedición estuvieron sentadas en la terraza de una cafetería, tomando zumo y dulces. Se hacen las tres de la tarde, hora española, y salimos hacía el puerto, a comer en el Josefina, un restaurante a pie de playa que tiene un pescado buenísimo.
Empieza a anochecer a falta de 340 km. Para llegar a Dakla. Paramos en la playa, nos hacemos fotos al lado de un barco varado, y recogemos algunas conchas.
Paco insiste en llegar como sea, ese día, a Dakla (a pesar que según la última conversación, el amortiguador tardaría al menos un día más), y se marcha con Quique y Sonia.
Acampo con Carlos a mitad del camino, nos alejamos de la carretera y preparamos las tiendas. Interesante velada. Nos quedamos charlando hasta más de la una sobre sus muchos viajes y de los usos y costumbres de aquí.
08/09/2006
A las 10:15, hora española, partimos a Villa Cisneros. Es la ciudad más limpia del Sáhara Occidental. Nos quedamos en una playa del istmo, antes de llegar a la ciudad, para comer unos huevos fritos con patatas y cebolla, acompañados de unos mejillones. Vemos cangrejos violín, flamencos rosas, pelícanos...
Jordi ya había llegado, y sale con Quique a buscarnos. Nos alojamos en el Hotel Erraha, limpio, con habitaciones enormes, por 200 Dirhams. Quedamos con Paco y Quique que están en el Sáhara Resort y nos vamos a cenar al Samarcanda, al lado del mar, con reservados separados por celosías de madera, comía típica, brochetas, cuscús, tallín, harira..., todo muy bueno. Las últimas noticias sobre el amortiguador de Paco eran que llegaba con DHL en un avión, el lunes. Se decide que Paco se queda en Dakla y el resto nos vamos a hacer la ruta del Banq de Arguín, para reunirnos con él en Atar.
Al regresar del restaurante, Paco pide en la recepción del Hotel que le den una botella de champán, que les había entregado al llegar, para que la enfriaran. Primero se hacen los locos, y después explican que está bajo llave y el que la tiene se ha marchado a dormir. Suena a camelo ¿No?. Pues era verdad. Finalmente llega, legañoso y despeinado el guardián de la llave, y celebramos el cumpleaños, haciendo botellón en la calle, frente al hotel, y acompañados en la esquina contraría de la plaza, por un furgón de policía.
09/09/2006
Nos despedimos de Paco. María Ángeles, que llevaba unos días con molestias en el ojo, se levanta con él muy hinchado. Dice que no será nada, y acabados los sueros que llevamos, buscará una farmacia.
Nos dirigimos a Noadibou. Tras pasar razonablemente rápido la frontera marroquí, descubrimos la tierra de nadie. Impresionante. Camino de tierra, quebrado, con piedras, no apto para turismos. A los lados, coches calcinados, gente acampada y muchos mercedes y otros vehículos de dudosa procedencia allí expuestos, para su venta. El control militar mauritano: una chabola de madera. En otro de los controles (son tres) nos preguntan si tenemos un transistor y televisión pequeños, baratos, que regalarles. Carlos, habla con un chico que había por allí ofreciéndose para llevarnos a hacer los seguros obligatorios de los coches, cambiar dinero, buscar alojamiento. Vamos con él a una oficina a las afueras de Noadibou, que resulta ser de Mohamed Arturo, de Atar expedición. Mientras arreglamos lo del seguro, nos rodea una chiquillería. Les daños unos caramelos, pero lo que más les gusta es hacerse fotos para verse después en la pantalla. Traen un balón y Andrea y yo jugamos con ellos.
Llegamos a la ciudad. Decenas de coches por las calles, sin semáforos, ni señales. No hay aceras, sólo a la puerta de algunos comercios. Se puede adelantar por la derecha, por la izquierda, por la acera, por arriba, por abajo, tiene preferencia el que antes llega (o el que más huevos tiene). Las tiendas, aunque cubículos en edificios hechos de calambuco, están ordenadas, son luminosas y tienen de todo (luego descubriríamos que de todo, pero caliente, las neveras no enfrían en todo el país, salvo en un lugar de Atar, del que Saharero conserva hasta el waipoint).
Nos alojamos en un camping situado en la calle principal y cenamos en un restaurante decorado a modo de “chino” y regentado por un hombre negro que hablaba español, al haber trabajado en Canarias.
10/09/2006
Nos vamos a Cabo Blanco a ver las focas Monje, ya que hay que esperar hasta las 13:30 h., hora marroquí para pasar por el Banq de Arguín por la costa, cuando baja la marea. Por el camino hacemos fotos a los carteles de aviso de minas y al cementerio de barcos. Impresionante Cabo Blanco. Espacio protegido y con guarda militar, éste explica cuál es la marca que delimita el antiguo territorio español del francés, que el faro lo construyeron los franceses, que había colocado un cañón (del que quedan las piedras donde estaba asentado) para defenderse de los barcos británicos, y dónde y cómo ver las focas. Hemos llegado cuando empieza a subir la marea, y sólo vemos una, a lo lejos, pescando. Con la marea baja, se ven más, y más y mejor todavía en el lado de Marruecos, al que no se puede acceder (ni a la Guira ni a Cansado) porque desde allí está minado.
Nos hacemos fotos al lado del barco que hay allí varado, el “Guadalupe”, y salimos rumbo a Arguín.
Principio de pista duro, agobiante, mucha piedra, no avanzamos. Está anocheciendo y levantándose una tormenta de arena. Vamos a buscar los famosos pozos o Bir “El Gareb” para pasar la noche. Encontramos uno, tratamos de sacar agua, y lo que sale es algo pestilente y huesos de ave. No se puede cenar, a no ser que quieras comer ensalada de arena. Cada vez el aire sopla más fuerte. Nos metemos en nuestras tiendas y Carlos se queda un rato con la luz encendida. La luz, en medio de la noche, era como un faro. Atrajo a tres marroquíes, que, por allí, conducían un turismo y se habían desorientado. Por el aspecto, los gestos, la elección del camino, su forma de hablar, dedujimos que eran bandidos o mas bien contrabandistas. Preguntaron dónde estaba la carretera, luego por cabo Tafarit y Carlos les indicó, enseñándoles también el GPS, mientras yo les vigilaba desde la tienda. Se marcharon en cuanto supieron donde estaban. No querían nada de nosotros. Iban a otra cosa. Jordi y Xavier, en su tienda, no se enteraron de nada. Sonia oyó lo ocurrido y despertó a Quique para contárselo. Pasaron la noche en el coche, por lo que pudiera pasar, y yo en la calle, que hacía mucho calor en la tienda, es toda una experiencia pasar la noche de ese modo en medio de una tormenta de arena, te levantas como una croqueta.
11/09/2006
Nos levantamos con varios kilos de arena encima. Al llegar a Cabo Tafarit, nos bañamos en el mar. Carlos quiso ir allí porque sabía de la existencia de unas haimas a pie de playa donde te dejan pasar y te fríen pescadito, pero en esa ocasión estaban vacías. Mala suerte. Habíamos perdido tiempo entre la noche de la tormenta de arena y el baño en la playa, y tenemos un intercambio de opiniones, ya que íbamos bastante retrasados en cuanto al plan previsto.
Continuamos el viaje y encontramos una población. Allí, Mabruk, un hombre con aspecto de tener doscientos años, y algunos cientos más en la mirada, nos explica, que en época de lluvias no se puede pasar por donde queremos hacerlo, ni marea ni porras, que está todo embarrado. De todas formas, tratamos de seguir nuestra ruta, y confirmamos lo que el hombre ya nos advirtió. Que no se puede pasar, así que había que tratar de llegar por el interior, dirección sur. Nadie decidía ser el primero, así que puse la brújula del Sorento (la PDA y yo no nos entendemos y no se cargaba el mapa de la zona y en cuanto al otro Gps, no se que leches le pasaba, pero no funcionaba), y conduje dirección sur. Llegamos a los 45ºC atravesando varias cadenas de dunas, subiendo y bajando y pasándolo de miedo. Y si, allí, en una sola ocasión, tuvieron que eslingarme para bajar de lo alto de una de ellas. Teniendo en cuenta que era la primera vez que pisaba dunas, no está mal.
Al ver que llegaba la noche y quedaban bastantes kilómetros, decidimos buscar la carretera, colocándose entonces delante “Saharero”, y llevándonos al Este. Seguimos entre las dunas, y en medio de ninguna parte aparecen unas haimas, dos mujeres con un bebé y un hombre. El hombre nos cuenta que hacía quince minutos que había llegado desde la carretera con su Toyota, así que sólo teníamos que seguir sus rodadas. Providencial. Les hacemos unos regalos y localizamos la carretera a la capital.
Apurados de gasoil, llegamos a una “boutique” en la que nos quieren cobrar 3500 pesetas (tres mil quinientas pesetas), 7000 Ouguillas, por un litro. Carlos trata de negociar con el tío, que se está fumando un cigarrito mientras sonríe. Así que sacamos nuestros jerrys, llenamos depósitos en sus narices, y nos marchamos dejándolo mirando con cara de haba.
Ya de camino a la capital, Nouakchot, Quique llama a Paco.
Paco cuenta que ha tenido que enviar a María Ángeles en avión a España porque su ojo estaba muy mal. En el aeropuerto preguntó por su envío, y no sabían nada de él. Llama a Carlos de CSA y le dice que sólo había podido enviarlo hasta Casablanca, que estaba allí, y no iba a llegar más lejos. Y para colmo una china le había roto una luna. Se acabó su viaje. Los medicamentos que llevaba en su coche los entregó en un hospital sahariano en Dakla, y puso rumbo a Madrid.
Días después nos contaría que María Angeles pegó lo del ojo a su hija al llegar a España y que los médicos le dijeron que era un “virus muy contagioso y mutante”, que si bien no era muy peligroso, tendría molestias de cuatro a seis semanas. Ambas han ido mejorando. En cuanto al amortiguador, sigue “retenido” en algún lugar del aeropuerto de Casablanca.
Yo llamé a un amigo en Nouakchot y el chico estuvo recorriéndose media ciudad buscando hoteles, viendo precios y habitaciones. Nos vino de perlas, pues nos alojamos en el hotel “Sabah”, climatizado, recién pintado, nevera, tv, limpio, un lujo para lo que allí se encuentra y tan solo por 6000 pesetas por habitación. Carlos visita a un amigo que tiene un albergue y Jordi y Xavier se alojan con él. Vamos a un restaurante que conoce Carlos. Una maravilla. El mejor sitio que puedes encontrar allí, y donde pudimos acompañar la cena con cerveza helada, que no importó pagar a 750 pts. la lata.
12/09/2006
Por la mañana revisamos presiones, lavamos los coches y de camino a Atar. El lavado, increíble. Limpian el coche de un mauritano con jabón, le soplan los bajos, luego lo mojan, pero a nosotros sólo agua. A los dos primeros coches les cobran 1500 Ouguillas (750 pts.), y a los otros dos tratan de cobrarnos 2000 Ouguillas, porque “estaban trabajando mucho”. Le pagamos lo acordado. Esto sumado a lo lentísimos que fueron y tener que aguantar mientras esperábamos a toda clase de buscavidas vendiendo de todo.
Nouakchot es un caos. Todavía peor que Noadibou para conducir y carísimo (aunque eso sería en toda Mauritania). Los hoteles, ni hablar. Nos dejaban en 3000 pts. Uno de ellos tras ver sus cucarachas, esconchones y suciedad, por descontado que no se pueden usar las sabanas. Al lado estaba el hotel donde nos alojamos, donde nos habían pedido 10000 pts., y lo dejaron finalmente en 6000 pts., el agua, entre 105 y 170 pts. La botella de litro y medio, zumo de naranja, 250 pts., hinchar las ruedas y apretar una válvula 250 pts., y nada de regatear como en Marruecos, que por cierto, no tiene nada que ver en cuanto a calidad de vida y cuidado de sus ciudades, ni siquiera el Sáhara.
Subimos a Atar por carretera. Una enorme y aburrida recta. Todo el tiempo el mismo paisaje.
Llegamos a Akjouk. Paupérrimo. Íbamos a parar a comer pero desistimos.
Control a 25 km. De Atar. Jordi se nos despista porque arranca el primero, y como no lleva emisora de dos metros, no podemos avisarle que cambiamos de planes y nos desviamos al oasis de Terjit. Esperamos unos cinco minutos a ver si se da cuenta y vuelve y cuando vemos que no, tratamos de darle alcance.
El Sorento va el primero y llega al control de Atar. Hasta ahora, los franco parlantes habían ido primero y se habían entendido con los guardias, a ver como me salía a mi solo ahora. Tras el “Bonjurmesie” (yo decía buenos días siempre, que era lo que mejor me salía), el guardia se ríe y dice en perfecto castellano “españoles, ¿no?. Yo soy sargento de la policía Mauritania”. Nos saluda, nos pregunta qué tal el viaje, siempre sonriendo y nos cuenta que tiene dos hermanos en Barcelona. Con los otros dos coches, que llegan después, también bromea. Increíble. Tras alcanzar a Jordi, volvemos al Oasis.
Nos acecha otra nueva tormenta, y nos alojamos en el camping del poblado del oasis. La estructura es muy bonita, la construcción muy bien, posiblemente porque debe ser bastante nueva, ya que de mantenimiento cero. Las duchas son insufribles, los baños, con letrina, desprenden un olor nauseabundo, los fregaderos, tanto el de la cocina como el exterior tiene enormes cucarachas a modo de tapón, los utensilios de cocina están amontonados sobre estanterías con polvo y tierra a los que debería hacerse la prueba del carbono 14.
Mohamed, el chico encargado del camping, nos extiende una alfombra y almohadas para darnos la bienvenida y nos prepara el té tradicional (tres vasos: el primero amargo como la vida, el segundo suave como el amor y el tercero dulce como la muerte), y allí pasamos la noche, a resguardo de la tormenta de arena.
13/09/2006
Mohamed nos acompaña a ver el Oasis. Se acoplan dos niños pequeños, más contentos que unas castañuelas por hacer la excursión con nosotros. Es increíble ver lo cristalina que es el agua, como cae de la roca, las pozas, la vegetación, es un paraíso. Carlos y yo nos bañamos en una poza, y se tiran con nosotros los dos niños. Mohamed nos cuenta que al atardecer se ven chacales y serpientes venenosas.
Salimos rumbo a Atar, subiendo por una bonita carretera de montaña. A la entrada de Atar repostamos y nos llevamos una sorpresa. En la gasolinera “Total” tienen un frigo que enfría de verdad. Lo primero que bebemos frío desde las cervezas de Nouakchot.
Nos dirigimos a Chinguetti, por el Paso de Amotjar. Las fotos son una muestra, pero la sensación al subir, al ver el cortado, la caída, el paisaje, la llanura, no se puede describir. Vemos varias clases de lagartos, entre ellos enormes varanos negros de mas de medio metro. Paramos a comer bajo una acacia y se nos acerca tímidamente un pastor. Se sienta en cuclillas detrás de nosotros. Jordi le da unas chanclas que le van como anillo al dedo (llevaba unas de tira completamente destrozadas), y llenamos el zurrón con unas patatas, un trozo de queso, algo de ropa; y después de comer un poco de pan (no quiso nada más) se marcha la mar de contento, sin dejar de mirarse los pies.
En la parte más alta del paso, en medio de la nada, un aubergue donde supuestamente enseñan pinturas rupestres (creemos que es mas falso que judas). Un poco más adelante (Carlos llevaba el WP y Jordi recordaba el sitio), las auténticas pinturas. Preguntamos al guarda por las otras y nervioso contesta que no quiere saber nada de las otras, que él responde por las suyas. Explica que tienen 5200 años de antigüedad y que se encontraron en el lugar utensilios rudimentarios de piedra enseñando algunos. Mientras habla, aprovecha para flirtear con Andrea a la que sacara al menos 40 años. Le pregunta si está casada y si le gustaría casarse con un mauritano. La propuesta empieza a hacerse firme cuando trata de negociar con Saharero, su padre al que le ofrece no se cuantas palmeras.
Por fin llegamos a Chinguetti y hacemos nuestra primera parada en el Hospital de la Fundación. Tenemos que esperar porque están atendiendo un parto. Nos encontramos con que todo el personal son dos mujeres y dos hombres, tres de ellos españoles (Antonio, María, y que me perdone la catalana, porque no recuerdo su nombre), y el médico responsable, Ordin, de Venezuela.
Conversamos, les entregamos los medicamentos, la ropita de bebé que nos queda y se hacen cargo del material escolar para entregarlo en un colegio que está construyendo Cooperación Española Internacional muy cerca del hospital, ya que a nuestra llegada no había ningún responsable.
María nos acompaña al albergue donde ellos están alojados (hay una zona privada donde están ellos, y se alquila el resto).
Que maravilla de instalaciones, bonito, cuidado y limpio. Se acerca a curiosear por los coches una marabunta de niños. Llevan un balón desinflado, se lo inchamos con el compresor, y no veas como se pusieron de contentos. Jugamos con ellos. Tratamos de visitar la ciudad. No es temporada turística y las tiendas de souvenirs están cerradas. Se acercaron al camping varias mujeres con bisutería y pequeñas teteras. Teníamos intención de visitar la biblioteca, que al parecer conserva escritos antiguos en español, pero vemos que ofrecen visitas a varias, y no sabemos cuál es la correcta. Nos queda poco tiempo para que anochezca, así que desistimos de nuestra visita, vemos la mezquita de lejos y tomamos unos refrescos (o recalientes) en una terraza desde donde se ve casi todo el pueblo. Por la noche, después de una larga y merecida ducha, nos prepararon la cena en el camping, con productos típicos y que resultó riquísima, acompañada de unas cervecitas Mahou cinco estrellas que traía calientes en el Sorento, y que amablemente, el encargado, Mohamed Speedy, nos había dejado enfriar en el arcón congelador del camping junto con unas botellas de champán de Jordi.
En la sobremesa se nos unieron los cuatro trabajadores del hospital y charlamos durante horas dando buena cuenta de la cerveza, el champán, de una cerezas en licor artesanas que me saque de la manga y de medio litro de orujo blanco. Esa noche decidí que alguno se acostaría bien a gusto y así fue, al día siguiente más de uno tenía resaca.
La velada se prolongo hasta muy tarde, de hecho todo el mundo del camping se fue a dormir un par de horas antes y nos dejaron allí de cháchara.
Nos habían preparado en la azotea unas colchonetas y allí dormimos lo que quedaba de noche
14/09/2006
Buscamos un sitio en el pueblo donde llenar los depósitos de combustible. La gasolinera es un pequeño “almacén” en el pueblo, en la zona nueva, lleno de bidones y jerrys, muchos de ellos colocados en la calle (la seguridad ante todo). Lo bueno es que la calidad del combustible era muy superior a la del último que habíamos echado, en la capital, y en gasolinera.
A apenas trescientos metros del camping comienzan las dunas y la ruta que nos llevará al cráter de Guelb er Richat pasando por lo que en principio era el final de la expedición Ouadane.
Encontramos el pueblo más desangelado que habíamos visto hasta entonces, se nos acercan un montón de niños, mujeres con baratijas, llevando dos de ellas dos niños a los que una simple conjuntivitis amenazaba con dejarles ciegos, ya que no se los limpiaban con nada por lo que les entregamos un colirio de los que llevamos en el botiquín. Les damos algunos regalos y entregamos al jefe un balón para los niños. Al alejarnos vemos como se quedan jugando con él.
Llegamos a Ouadane. Un pueblito con muchas cuestas y pequeñas casas de piedra, calles sin asfaltar pero limpias. Carlos dice que fue un pueblo caravanero.
En los días anteriores el que más por el que menos había sufrido diarreas, excepto Xavier, que estuvo todo el viaje padeciendo diversos sarpullidos por todas las partes del cuerpo. Ese día Raquel amaneció con fuertes retortijones y nauseas. Resultó que allí trabaja un médico de Cooperación española internacional, y aunque no estaba, un ayudante le dio unas medicinas que fueron mano de santo.
Cerca ya del cráter nos encontramos unas ruinas valladas. En el cartel se lee “SITE AWEDIR”. Se acercan los guardas y les preguntamos qué son, por si vale la pena visitarlas y que nos expliquen la historia. No tienen ni idea de lo que están guardando pero si de lo que cuesta entrar a verlo y nos vamos. Paramos en el primer anillo del crater (lo sabemos por el GPS no porque se viera algo distinto), aparecen tres mujeres y dos niños, vendiendo bisutería, piedras con helechos fósiles, utensilios que al parecer son prehistóricos… Les compramos alguna cosilla y les damos regalos.
Poco después no me doy ni cuenta y en una pequeña dunita (parecia) pegamos un salto de la leche, menos mal que era de arena y tan solo levantamos las ruedas delanteras, todo sin consecuencias ni tan siquiera se movió en exceso la carga.
Ya en el ojo del cráter buscamos sin éxito el monolito. Andrea dice que ha notado como estábamos entrando en el cráter, que estaba claro al ver como las montañas te rodeaban. Yo no lo tengo tan claro. Las piedras no me parecieron distintas a las resto del territorio y es cierto que es un terreno montañoso, pero vaya… Lo que se nota es un eco muy especial justo en el centro, como si estuvieras metido en un vaso.
Montamos el campamento en el WP 10, en el centro del cráter, donde nos encontramos una zona arenosa con bastantes árboles. Por la noche nos acompañan enormes arañas albinas y ya de día encontraríamos un par de escorpiones si hubiéramos buscado estoy seguro de que habríamos encontrado muchísimos. Durante la cena hablamos que estaría bien visitar el Paso de Nega (casi en la frontera con Senegal) y para ahorrar tiempo en vez de salir por el otro extremo del cráter (zona pedregosa y por lo tanto lenta), hacerlo por donde habíamos entrado.
15/09/2006
Siguiendo los nuevos planes, nos damos media vuelta y llegamos a Ouadane, donde paramos en busca de agua. Hoy sí está José, el médico de Cooperación Española, y charlamos con él. Nos cuenta que lleva cinco años allí, y que se marcha al año que viene (en abril creo). Dice que está bastante desabastecido de medicamentos. Nos da su e-mail, que dice consultar una vez al mes.
Nos marchamos y tres niños nos despiden a pedradas, supongo que no les llegaron los caramelos y chuches. Por cierto, ¿Sabéis que mascotas llevaban los niños que nos rodearon en el pueblo? Pues dos lagartos, de unos 30 cm. de largo atados con un cordel y a los que llevaban cogidos del cuello.
Dirección a Chinguetti, hacia Atar, cogemos la carretera alternativa al Paso de Amotjar, carretera asfaltada, puerto de montaña que se les ha ido cayendo por el barranco, y al que han colocado bidones señalando los boquetes.
En Atar buscamos “el punto frío”, como bautizó Carlos a la gasolinera con bebidas frías. Después, en el interior de la ciudad, y mientras Sonia, Andrea y yo jugamos con unos niños a hacer “kárate”, Carlos habla con dos tíos que dicen ser guías. Nos comentan que desde allí nos va a costar cinco días atravesar el Paso de Nega. Quique había llamado a Paco por teléfono y habían comentado los nuevos planes, y opinaba lo mismo. No tenemos tanto tiempo, Sonia y Xavier tienen que trabajar. Los supuestos guías dicen que podemos volver a Marruecos por la frontera de Bir Mogrein y uno de ellos se ofrece a llevarnos a cambio de 25.000 pesetas. Se lo agradecemos, le decimos que no porque no podemos llevarlo, y decidimos subir hasta allí.
De Atar la carretera nos lleva a Azougui, un curioso pueblo en medio de un Oasis con muchas casitas de paja, muy bonito.
Acampamos a unos cincuenta kilómetros de Choum, buscando un sitio medianamente a refugio, ya que se acercaba una tormenta.
Durante horas sopló el viento de tormenta y veíamos relámpagos a lo lejos y algunos truenos. El viento cambió de sentido varias veces, y finalmente alejó los rayos. Mientras preparábamos la cena, se acercó un gerbo, pero lo asustamos con las linternas y no hubo foto.
16/09/2006
Salimos hacia Choum. En el control Carlos pregunta de nuevo si se puede pasar la frontera por Bir Mogrein y le contestan que sí, sin problemas. Xavier regala unas camisetas y nosotros algún caramelo, pero salen decenas de niños por todos lados ( y eso que tomaban precauciones, para que no les diera alcance el guardia del control, por lo que pudiera pasarles). Foto a la estación de tren y tratamos de salir rápido, ya que alguno de los niños nos tiran piedras, que no llegan a darnos alcance. Ha amanecido un día despejado, pero se notan los vestigios de la tormenta del día anterior. Ya cuando estuvimos en el Oasis de Terjit, y en Chinguetti, nos contaron que también había llovido tres días antes de nuestra llegada, y era evidente por los charcos y algún pequeño vadeo, pero no tanto como hoy. Casi se queda el Sorento atascado en medio de un lago que, aparentemente, tenía la tierra seca y prieta.
A unos ciento cincuenta kilómetros de F’Derik y en medio de la nada, tremendo batacazo del Sorento. Íbamos fuera de pista, mirando la vía del tren minero y encontramos dos baches seguidos, que por la tonalidad de la tierra y la luz, no se veían hasta que no estabas muy cerca. El primero nos hizo despegar del suelo y volar tres metros, para caer sobre el segundo de morros. Resultado: abollado el protector del intercooler, y pequeñas contracturas en cuello y espalda, dolor en una pierna y por supuesto tener que reordenar toda la carga del coche que no estaba bien encinchada. Ya en Zaragoza, sabría que están rotos los amortiguadores traseros, y los silen-blocks de los delanteros.
Continuamos viaje y descubrimos un grupo de cabañas de paja. Carlos se acerca mientras quitábamos presión a las ruedas y nos quedamos allí a comer. Son unos sitios ideales, estaban muy limpios y el aire a través de la paja era un increíble aire acondicionado.
A lo lejos a unos cientos de metros siguen las vías y vemos pasar el tren, demasiado lejos para una foto.
Continuamos dirección a F’Derik y vemos un apeadero. Está saliendo el tren y nos acercamos a la carrera para darle alcance. Yo desisto (demasiadas emociones por un día) y pierdo de vista al resto, que da zapatilla a los coches. Al final consiguen llegar y de ese modo varias fotos y una grabación del tren minero más largo del mundo.
Llegamos a F’Derik. Miserable. La tierra es rica en hierro y lo están explotando entre F’Derik y Zouerat, pero los beneficios no llegan a ese lugar. Algunos compran agua caliente en una boutique y nos acercamos a otra en la que decían tener bebidas frías.
En esta segunda tienda Quique ve a cinco tíos repartirse los beneficiones del agua de la primera y tratan de timarle con las coca-colas que había cogido, haciéndose los locos para no darle los cambios. Les coge su billete, se quedan con sus bebidas y nos vamos a Zouerat. La carretera rota, con grandes baches, nos lleva a cruzar las vías y nada más hacerlo topamos con señales en el lado derecho de la calzada de dirección prohibida. Lo siguiente es un camión de frente, que nos echa de la calzada y encima nos grita y hace aspavientos al alejarse. Damos media vuelta pensando que nos hemos confundido y nos encontramos, también acercándose de frente, con un camión militar. Muertos de risa nos dicen que hay que conducir al estilo británico, por la izquierda.
Al final del camino, en el primer control, Carlos pregunta, y nos cuentan que el motivo es que los grandes vehículos de transporte de mineral que salen de esas minas no tienen apenas visibilidad si circulan por el lado derecho, pero al hacerlo al revés, te ven y no te aplastan.
En el segundo control, a la entrada de Zouerat, el guardia hace una llamada, se queda con nuestros pasaportes, y nos conducen a la Comisaría, situada en una callejuela. Allí nos tienen una hora y media sin saber que pasaba. Entraron a una oficina con Carlos durante ese tiempo, en el que no supimos nada de él. Ya estábamos planeando el rescate y evasión cuando sale y explica que es un control de inmigración. Nos han sellado de nuevo todos los pasaportes, motivo por el que han tardado ese tiempo.
Se nos ha hecho de noche y es una pena, porque ya que teníamos que esperar a que sellaran los pasaportes, nos podían haber dejado dar una vuelta por el pueblo, ya que era un sitio muy limpio para lo que estamos acostumbrados, con muchas tiendas y mucha vida, y se notaba un nivel comparable con Marruecos. Repostamos y nos alojamos en el Hotel Tirit, regentado por un hombre que tiene dos hijos viviendo en Cataluña.
Nos preparan allí la cena, y yo me subo a la habitación que me encuentro mal y tengo fiebre.
17/09/2006
Me levanto con 38,5 ºC de fiebre y a día de hoy aun no se porqué. Quique y Carlos nos cuentan que estuvieron charlando por la noche con el dueño del hotel y éste les explicó que no se puede pasar frontera por Bir Mogrein. Es un paso militar y sólo hay dos excepciones, el Dakar, y si tienes un permiso especial que hay que sacar en Casablanca.
Volvemos a la gasolinera donde repostamos por la noche. Quique llega cabreado porque al salir del hotel unos niños le han tirado una piedra.
Increíble trato en la gasolinera. Se ofrecen a soplarnos los filtros y lavar el coche sin cobrar por ello. Evidentemente les pagamos, aunque no las 750 pts. por coche de Nouatchok. Por la noche ya nos habían dejado coger agua del grifo para llenar los bidones de fregar y ducharnos.
Jordi atasca la rueda delantera derecha en un agujero de la gasolinera, lo que merece risas y un largo reportaje gráfico.
Allí también nos dicen que ese paso está cerrado, y que la mejor manera de bajar hacia Choum es por una pista muy utilizada que atraviesa Marruecos. Ya la habíamos visto a la subida, nos llamó la atención porque pasaba mucho camión pero nos dimos cuenta que entraba en Marruecos y decidimos no ir por allí. Resulta que no hay controles, que no está controlada por el ejército marroquí, porque es una zona “cedida” al frente Polisario, donde tiene asentamientos. El recorrido sale de F’Derik en diagonal hasta Zoug y sale a Tcheimichat y desde allí a la frontera. En su busca partimos.
De todas formas ha valido la pena conocer Zouerat, el carácter de la gente… Nos cuentan que en época turística van muchos franceses ya que se pueden visitar las minas, museos, ruinas, restos arqueológicos y se pueden hacer desde allí varias rutillas.
Al principio todo va bien, es una pista ancha y muy utilizada, un paisaje muy bonito, y es curioso encontrarte de vez en cuando haimas y alguna aldea.
Nos separamos del camino para comer, la perdemos, y nos metemos en dunas repletas de hierba de camello. Se hace de noche y al poco de acampar comienza una tormenta de arena.
18/09/2006
Nos levantamos semienterrados en arena, de nuevo. Ya tenemos ganas de pasar la frontera (ahora lo hecho de menos). Localizamos unas haimas, y uno de los hombres nos saca indicándonos con su coche a la pista. Visitamos Zoug. Está situado al bajar una montaña de arena. No creo que lleguen a veinte las cabañas que vimos, de las que no salió nadie. Hay un bonito lago donde estaban bebiendo unos camellos con su pastor, y un cuartel español, en perfectas condiciones y posiblemente en uso (aunque no se cuál) que al tener la puerta cerrada y no haber nadie, pudimos fotografiar.
Ya nos queda muy poco para la carretera y el Sorento vuelve a dar problemas serios con la válvula que lo deja sin potencia, y voy quedando retrasado y retrasando algo a los demás, hasta que llegamos a la carretera y allí acaba el problema. Paramos en Bou Lanouar, ya que Carlos conoce un sitio para comprar bebida fría.
El paso de frontera es esta vez muy rápido. Tardamos algunos minutos en la marroquí, porque coincidimos con varios camiones y una furgoneta cargada de gente.
Paramos en el Barbas con el sentimiento de haber vuelto a la civilización. La carretera está asfaltada, no hay cabras en lo que debiera ser la acera comiendo plásticos, los coches llevan todos los faros y algunos hasta los espejos retrovisores…
Jordi comenta que podíamos hacer una ruta por playa blanca, que perdemos el tiempo de las pistas pero viene de camino, y es muy bonita, el la conoce y Carlos también, así que queda aprobado.
Carlos se queda a dormir en el Barbas, pero el resto decidimos marcharnos hasta Dakla, para dormir en el Hotel Erraha. Llegamos destrozados, pero después de la ducha ha valido la pena. A Jordi y Xavier todavía les quedaron fuerzas para salir a cenar.
19/08/2006
Apuramos el tiempo durmiendo plácidamente y a las 12:15 horas, hora española y salimos hacia Tan-Tan. Con Carlos habíamos quedado en un restaurante de carretera a unos 150 km. del cruce con el istmo de Dakla. Comemos de maravilla. Compras la carne en una carnicería anexa, y te la preparan en el restaurante. Kefta, costillas de cordero y unas ensaladas.
Carlos nos cuenta que ha llevado hasta Dakla a un autostopista francés que ya quiso subir en su coche en la aduana y no supo negarse cuando lo volvió a encontrar en el Barbas.
Paramos a tomar un té en cabo Bojador. Carlos se despide, quiere ir a Zagora, donde conoce un taller, pero sería la primera de varias veces. Nos llevó a visitar el monumento que hay en Tah, representando la frontera reconocida por la ONU para el Sáhara occidental. Luego nos encontramos en una gasolinera, en la que había dicho que iba a parar y en la que le pusieron una opípara cena. Finalmente se queda a dormir en el mismo sitio que nosotros, un camping, Ksar Tafnidilt, a unos quince kilómetros de Tan-Tan. Un sitio muy limpio, recinto amurallado que regenta un Belga y desde donde organizan rutas. Llegamos a las 02:00 h. de la mañana (hora española) pero nos abrieron y atendieron igualmente.
20/09/2006
Nos preparan el desayuno en el camping. Ponen una mermelada de higo buenísima que no me extrañaría que la hicieran ellos.
Cambian los planes. Ya no hay ruta por playa blanca. Quieren subir directamente a España y tratar de estar en Tánger mañana y cruzar la frontera.
Quique y Sonia habían propuesto pasar la noche en Marrakech pero Jordi no quiere y ellos ceden en no parar ya en ninguna ciudad. Les explico que me apetece llegar a alguna ciudad a tiempo de ver algo y comprar algunos regalos, pero nada.
Carlos comenta que en vez de subir por la costa, tal vez sería más corto ir por Chichagua a Yosufia y coger la autopista en Settat. Así lo hacemos. El paisaje es impresionante, entre montañas, pero también lo es la manera de conducir de los marroquíes y hay que tener mucho cuidado para no chocar con nadie. Subiendo un puerto, Jordi sale al carril de dirección contraria para adelantar un camión y cuando estaba ya a la altura del parachoques, el camión, sin mirar, se mete a adelantar también. Frenazo de Jordi que se va a la cuneta, estando a un milímetro de caer en la zanja que había después. En esos momentos pasaba un coche de policía, que se quedó multando al camión.
Está anocheciendo al llegar a Chichagua, a unos 80 ó 90 kilómetros de Marrakech. Les propongo de nuevo que pasemos la noche allí, pero no quieren. Entraron las prisas por llegar a casa. Deciden continuar algo más, aunque si hay que usar técnicas kamicaces para conducir de día, imagínate de noche. Nos separamos, ellos continúan y yo me marcho a ver Marrakech. Efectivamente oscurece antes de llegar y comencé a encontrar ciclomotores y bicicletas que convertían en carreteras de dos sentidos cada uno de los arcenes de la carretera. Muchas motos circulaban sin luz y por supuesto con ropa oscura, carros tirados de burros…
Las poblaciones que encuentro antes de llegar tienen un ambiente bárbaro.
Llego a Marrakech y tengo que guiarme con la guía Michelín, porque el enganche al cable mechero de la PDA se me había roto. Tratando de entenderme con los guardias (que ponían un claro interés también por hacerse entender) llegamos al hotel Hasna, de tres estrellas, bonito, en la calle Mohamed V, que recomendaban con razón en la guía.
De allí, un petit taxi nos acerca lo más que puede a la plaza de la Jemaa. Me quedo a cenar en un restaurante de una calle que llevaba a la plaza, porque a Raquel y a mi nos llamó mucho la atención la decoración, embaldosado del lugar, las plantas por todos lados, con zonas delimitadas por celosías, el techo cubierto de telas…. Comimos de maravilla mientras disfrutamos de música en vivo.
Llegamos a la plaza, que tenía un montón de gente paseando. Son impresionantes los puestos de zumo de naranja de especias y frutos secos y de comida rápida. Damos un paseo, curioseamos por varias tiendas, compramos varios regalos, y volvemos al hotel.
21/09/2006
Tras comprar unos dulces típicos tratamos de abandonar la ciudad. Fue complicado, porque el mini mapa que llevábamos indicaba una calle cortada por obras y no éramos capaces de encontrar la salida. Entendiendo a medias las indicaciones de los policías a los que preguntamos, después de media hora conseguimos salir. En una de esas vueltas que dimos, nos encontramos con el único accidente que he visto durante el viaje, algo milagroso. Habían atropellado a un hombre que iba en ciclomotor y sangraba en un talón y en la cabeza. No hay problema. El policía cogió el ciclomotor, subió de paquete al accidentado y se lo llevó. Aquí no ha pasado nada.
A unos cien kilómetros de Tánger, oímos a Quique por la emisora. Habían dormido en Settat, y como el Toyota de Jordi no tira más de noventa por hora, les dimos alcance.
Nos organizamos para pasar la frontera lo más rápido posible. Jordi y Xavier dirigen la operación. Mientras uno de cada coche lo conducía entre los pasillos, avanzando lo más posible, el otro se acercaba a las oficinas donde iba entregando los formularios y documentación que pedían.
Una vez dentro, mientras esperamos a subir al barco, vemos como varios niños tratan de colarse en los bajos de los camiones.
En el barco, de regreso, ya hecho de menos el desierto, las playas, las dunas… y me propongo que tengo que volver mucho antes de lo que tenía pensado.
Ya en Tarifa, nos despedimos de Jordi y Xavier, que les queda un largo viaje todavía hasta su casa.
Me marcho con Quique. El se queda en un hotel de carretera a pasar la noche y ahora es a mí a quien me entra la prisa por dormir en mi cama, nos despedimos, y me marcho a Madrid.